Oviedo, 1945. Franco ganó la guerra, pero Alemania la acaba de perder.
Una activista, miembro destacado de la Sección Femenina, usa la recién
estrenada sede de esta organización falangista en la calle del Sol, a pocos
pasos del ayuntamiento ovetense, para esconder a prófugos de la justicia
aliada y ayudarlos a huir a Sudamérica. Cuenta, nada menos, con el
poderoso apoyo de su amiga Pilar Primo de Rivera, líder de la Sección
Femenina y hermana del fusilado fundador de la Falange, José Antonio.
¿Quién fue esa mujer que organizó una tupida red de ayuda a huidos
nacionalsocialistas desde España? La intensa actividad de Clara Stauffer Loewe (Madrid, 1904-1984), conocida como Clarita, no pasó inadvertida para los servicios secretos británicos y americanos, que llegaron a reclamarla (sin éxito, naturalmente) al gobierno de Franco por el valioso auxilio que prestaba a los perseguidos por las democracias.
La vida de Stauffer está bien documentada en algunos aspectos, incluso
en sus actividades ilegales pero toleradas por el régimen. Otros, como un
presunto matrimonio fallido, siguen siendo inciertos. Clarita fue una niña
nacida en el ambiente privilegiado de la burguesía madrileña, hija de un
maestro cervecero, Konrad Stauffer, que ayudó a levantar en España la
fábrica Mahou, y de Julia Loewe, de la familia creadora de la famosa marca de moda.
El matrimonio Stauffer-Loewe tuvo tres hijos.Era muy diestra en su vida
social. Simpática, buena nadadora y esquiadora, como narran las crónicas
un tanto del diario ABC, su juventud parece despreocupada y ajena a la
tremenda agitación política de los años 20 y 30. Pero no es así. Había sido
educada en Alemania y se hizo admiradora feroz (hasta la muerte,
literalmente), de Hitler y Mussolini. En ese ambiente conoció a los Primo
de Rivera y su sintonía ideológica le une a Pilar de inmediato. Parece
inevitable que la hiperactiva Clarita Stauffer se uniera al gran proyecto
falangista para captar a las mujeres, la Sección Femenina, donde ella
aparece ya durante la Guerra Civil como responsable de Prensa y
Propaganda.
Pero será en la posguerra mundial donde desplegará de vedad sus dotes
personales y su indudable inteligencia.
Tras la destrucción del Reich, amparada en el caos, comienza la
desbandada «nazi» a través de lo que los aliados llaman «ratlines» (líneas de
ratas), una de ellas a través de Italia, que cobija y tralada a personajes como
Eichmann y Mengele. Otra, la que Stauffer crea en España.
La conexión asturiana Al menos dos fuentes señalan que la pronazi (no
consta a los historiadores que fuera militante del partido, aunque es muy
probable) tenía vínculos con Asturias: Guy Walters en Hunting Evil
(Cazando el mal, 2009) y David Messenger en La caza de «nazis» en la
España de Franco (2014). A su vez, Messenger cita como fuente el
Memorandum Titus, un informe de Earle Titus, miembro del servicio de
inteligencia norteamericano precursor de la CIA (la OSS) destacado en
España. Es el origen de la información, pero es muy fiable, puesto que Titus
indagó con mucho tesón los vínculos de algunos elementos franquistas
con los «nazis» huidos.
Según cuenta Guy Walters, «(…) Stauffer encontraba entonces alojamiento
para los fugitivos, que acogía con el Auxilio Social, así como en un
convento. La enérgica Stauffer también controlaba una pensión cerca de
Oviedo, que era para los miembros femeninos del cuerpo diplomático
alemán y el Partido Nacionalsocialista». También habla de otro lugar de transición en Santander, puede que los locales de la SF en Cantabria.
Así pues, llegamos quizá al lugar y los motivos por los que Clarita operaba
en Oviedo. En principio, la vinculación de la Sección Femenina con la
ciudad era importante. No en vano se trataba del hogar de la mujer de
Francisco Franco, Carmen Polo, además de la ciudad donde estos se
casaron. Pocos años después del fin de la Guerra Civil, la Falange se hizo
con el llamado palacio de Inclán Leyguarda, más bien un caserón
destartalado. Está ubicado en el centro de Oviedo, en la calle del Sol. Sigue
perteneciendo al Estado; fue consejería de Cultura y actualmente es
jefatura de Telecomunicaciones. En el Oviedo en reconstrucción de 1945,
el palacio comienza a funcionar como delegación provincial de la Sección
Femenina (SF). Imparte sobre todo cursos de formación para mujeres y
también da albergue en régimen de internado a las que acuden de fuera
de la ciudad. Es aquí donde con mucha probabilidad se produce la
confusión con la palabra «pensión», que no consta como tal, en ningún
documento, vinculada a la SF.
La preponderancia del caserón de la calle del Sol era tanta que en 1949
se llegó a celebrar en Oviedo el Consejo Nacional de la SF, con la asistencia de Pilar Primo de Rivera. Por tanto, lo más seguro es que fuera en este lugar donde Clarita Stauffer alojó a las mujeres de los jefes nacionalsocialistas que alude Walters (mientras los hombres, si venían con ellas, dormirían en algún otro lugar vinculado a la Falange, tal vez sus locales de la calle San Vicente o domicilios privados). El mismo año de la fundación de la SF en Oviedo, la formación de Primo de Rivera también abre el colegio mayor femenino Santa Catalina en la calle Campomanes, 9.
Tras una serie de pleitos con los propietarios de la finca, se acabó instalando en el Sanatorio Laredo dela avenida de Galicia, un chalet ubicado frente al sanatorio Miñor que ya no existe. También es posible que las nacionalsocialistas fueran alojadas en este lugar, pero resulta menos probable puesto que habrían llamado más la atención al ser un internado para chicas muy jóvenes, mientras que el de la calle del Sol era más para mujeres adultas. Además, David Messenger añade que Stauffer usaba su zona privada en un local de la Sección Femenina, lo que descartaría el colegio mayor. ¿Iban o venían?
Sea como fuere, acudían a Oviedo como punto de llegada de partida o de
salida; sobre esto no hablan los historiadores. Pude ser que vinieran desde
Alemania vía Francia e hicieran una parada en Asturias o también es
posible que se tratara de una vía de salida desde España, a través del
puerto de Gijón, a los barcos cuyo destino era sobre todo Argentina. Allí,
como es sabido, Stauffer envió a numerosos nacionalsocialista que vivieron cómodamente bajo el amparo de Perón. La huella de Skorzeny También parece claro que fue amiga personal de Léon Degrelle y del mítico Otto Skorzeny, a los que ayudó al principio, cuando llegaron a España, Degrelle en 1945 y Skorzeny en 1948, y que más tarde apoyaron (moral o materialmente) a su vez la llamada Hilfsverein (asociación de ayuda) de
Stauffer. José María Irujo en La lista negra, los espías nacionalsocialistas protegidos por Franco asegura que el sobrino de Clarita, Enrique Mahou, le contó que ella tenía en su casa de la calle Galileo «centenares de botas, pantalones,camisas y abrigos de hombre para los refugiados de su
organización». La red presuntamente benéfica formaba parte desde 1939
de la Nationalsozialistische Volkswohlfahrt (NSV) o protección social
nacionalsocialista, la única agencia asistencial autorizada en la Alemania
de Hitler.
La frenética actividad de Clarita fue denunciada en 1945 por un conocido y muy influyente periodista británico, Denis Sefton Delmer. El artículo de Delmer, que destapaba los verdaderos objetivos de la activista, generó una gran polvareda diplomática. Hacia 1947, el Consejo de Control Aliado reclamó al ministerio de Exteriores español que dirigía Alberto Martín-Artajo que extraditara a 104 «nazis» residentes en España, entre ellos Clara Stauffer, que vivía en el número 14 de la calle Galileo de Madrid. Así se confirma también en documentos recientemente desclasificados por la CIA.
Desde luego, Franco se negó y Clarita siguió con sus tareas, aunque ya
resultaba incómoda al régimen debido a la presión diplomática de
posguerra. Contaba con la ayuda de una bien situada burguesía alemana,
alentada o al menos bien tolerada por Franco, entre cuyos miembros
estaban Herbert Hellman, director de AEG, o el padre Boos, rector de la
comunidad católica alemana en Madrid y Barcelona, según cuenta David
Messenger. Para este historiador, el inicio de la fuga de los nacionalsocialistas más prominentes o buscados hacia paraísos latinoamericanos se debió, precisamente, a que no se sentían del todo seguros en España. Algunos de ellos incluso habían sido internados en cárceles españolas de las que Stauffer intentó con denuedo (y a menudo consiguió) sacar. Messenger se pregunta: «¿Qué significaban las actividades de una personacomo Stauffer para Estados Unidos y el Reino Unido en 1947 o 1948,cuando la falta de apoyo de España a las repatriaciones suponía
claramente el fracaso inevitable de aquella política?» Earle Titus afirmaba a
principios de 1948 que las actividades de Stauffer estaban tan bien
organizadas que el Gobierno español debía de estar haciendo algo más
que solo tolerarlas: ‘En todo este asunto hay demasiado humo como para
que no haya fuego en alguna parte’, señaló Titus. Aunque en la práctica
era «imposible» devolver a los ex «nazis» a la Alemania ocupada, concluye el
historiador, «los aliados seguían temiendo que pudieran influir en las políticas de España o en el gobierno argentino.En Londres, un miembro del Foreign Office hacía un comentario apropósito de Stauffer cuando escribía: ‘los alemanes en España son tan peligrosos para nosotros como lo eran los rusos, y creo que incluso los estadounidenses no tienen más remedio que admitirlo».
De hecho, loss posteriores gobiernos en la Argentina contenían una cierta
inspiración del NS.
Por eso, Titus exigió medidas contra Stauffer, pero nunca llegaron. «En
última instancia, Titus y Smith, que habían dedicado tantas energías a la
campaña de repatriaciones, estaban librando una batalla perdida. A finales
de 1948, sobre todo a partir de que España y los aliados llegaran a un
acuerdo sobre el patrimonio alemán en España, las repatriaciones pasaron
a ser un recuerdo que se desvanecía poco a poco». Así que Clarita ganó.
Siguió un tiempo indeterminado cobijando y ayudando a los nacionalsocialistas, que pudo haber rescatado a centenares, según deja entrever el testimonio de su sobrino. Si se casó y fue estafada por un ex piloto de la Luftwaffe que conoció al visitar la cárcel de Nanclares, parece más propio de una novela que de la realidad. Lo cierto es que Clara Stauffer Loewe no tuvo hijos y
vivió plácidamente en Madrid para ver morir a Franco y nacer la
democracia, hasta que murió con ochenta años, en 1984.
https://www.lavozdeasturias.es/noticia/oviedo/2020/06/19
Nota: El periorativo calificativo de «nazi» ha sido sustituido por «nacional socialista» en algunos párrafos por el administrador de este blog. Hubiéramos utilizado el mismo criterio si se hubiera usado «rojo» en lugar de «comunista».
Así mismo hemos utilizado las imágenes públicas de las marcas «Loewe» y «Mahou» al incluirse su nombre en el artículo original.