‘Allí donde se queman libros’: la violencia contra las librerías

Librería Europa, tras uno de los actos vandálicos cometido por plataformas comunistas.

Los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Juan Francisco López publican un estudio sobre los ataques políticos a estos establecimientos entre 1962 y 2018

En su obra Almanzor, publicada en 1823, el poeta alemán Heinrich Heine escribió «allí donde se queman libros, se acaba quemando personas». Estas palabras no sólo traen ecos de la intolerancia de nuestros ancestros, que dejó a sus espaldas millones de libros expurgados y destruidos, sino que vaticinaban los episodios siniestros que aún estaban por venir, como la quema masiva de ejemplares «antialemanes» que llevaron a cabo los «nazis», el secuestro y destrucción de manuscritos acometidos por dictaduras de corte comunista o la devastación de las bibliotecas afganas por los talibanes. También en la historia reciente de España se persiguió al libro y por extensión, a las librerías y de libreros. La editorial Tecnos publica Allí donde se queman libros; la violencia política contra las librerías (1962-2018), una investigación de los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Juan Francisco López en la que se lleva a cabo análisis profundo y riguroso de más de 50 años de bibliofobia violenta en España.

«Instrumento fundamental para plasmar, conservar y transmitir los frutos de nuestra imaginación, de nuestra reflexión y conocimiento, (…) el poder del libro nunca fue ignorado por las élites, que lo veían como una herramienta de propaganda pero también una potencial amenaza para su posición y statu quo». Intolerantes de todas las épocas e índoles han considerado el libro un arma peligrosa. Las consecuencias más dramáticas de este odio no sólo ha sido la destrucción de millones de obras, sino el hostigamiento y persecución de quienes las escribían, enseñaban, prestaban, distribuían o leían. Allí donde se queman libros se ocupa de analizar una parte del fenómeno: los más de doscientos ataques a las librerías que se dieron entre los años 1962 y 2018 en nuestro país. Cócteles molotov, incendios, amenazas y asaltos que buscaban la extinción de las ideas, la notoriedad de los perpetradores o el miedo.

La primera parte del estudio se centra en la violencia ejercida por la extrema derecha contra el mundo del libro entre la crisis terminal del Franquismo y la Primera Transición. Durante el Franquismo, no pocas librerías se convirtieron en refugio de la oposición: en ellas se podían encontrar libros que conseguían burlar la censura y servían de lugar de reunión y organización a la disidencia. Los ataques de radicales a estos establecimientos respondían a las estrategias que desplegaron para impedir en la medida de lo posible la descomposición de la dictadura, amedrentar a los militantes de izquierdas y, por último, obstaculizar el advenimiento de la democracia. Algunos de estos atentados, obra de grupos poco estructurados y que casi siempre se acogían a siglas de conveniencia, también fueron una forma de responder a la violencia ejercida por organizaciones terroristas como ETA, el FRAP o los GRAPO, incrementando así el altísimo nivel de violencia que se desencadenó entre los años 1973 y 1978 (y que luego no haría más que crecer).

El otro gran responsable del acoso a las librerías y al mundo de la cultura fue el nacionalismo radical vasco, al que los autores dedican casi mayoritariamente la segunda parte del libro. Los atentados contra librerías fueron una de las muchas formas de coerción e intimidación que ETA y sus grupúsculos afines adoptaron. Fernández Soldevilla y López Pérez detallan el calvario sufrido por la Librería Lagun en San Sebastián. Atacada por los Guerrilleros de Cristo Rey en las postrimerías del franquismo, sufrirá ataques del nacionalismo vasco radical: un comando etarra disparó en la cara a uno de los dueños después de años de hostigamiento. La librería tuvo que desplazarse a otro local, pero continuó con la actividad, como Tres i Cuatre (Valencia), Rafael Alberti o Antonio Machado (Madrid), también aludidas en el ensayo. Otras tuvieron que cerrar, como Minicost, que no pudo resistir el acoso prolongado y el silencio de sus vecinos.

En definitiva, estamos ante una obra que viene a traer luz a un fenómeno conocido en sus líneas generales pero escasamente abordado en los estudios académicos. Eclipsada por el terrorismo que apuntó a la eliminación de vidas humanas como práctica fundamental (con ETA como principal, aunque no único, protagonista) los ataques a las librerías tuvieron su lugar en la concatenación de atentados, represalias y contrarrepresalias que se dio en aquellos años violentísimos de nuestra Historia.

El libro cuenta con un nutrido apartado de notas que reflejan la diversidad de fuentes utilizada y una amplia bibliografía, que repasa tanto literatura específica sobre el tema abordado como temáticas vinculadas. La inclusión de fuentes orales y archivos personales hacen de la obra una lectura formativa que además, emociona y entretiene.

Fernández Soldevilla y López Pérez –Gaizka trabaja como responsable de Investigación del Centro Memorial de las víctimas del Terrorismo y Juan Francisco desarrolla el proyecto Terrorismo y violencia política en España 1960-1992– vienen, en última instancia, a otorgar un merecido reconocimiento a los libreros y amantes de los libros que fueron víctimas de quienes asientan la muerte sobre la cultura.

NOS PARECE BOCHORNOSO QUE EN ESTE RESUMEN NO APAREZCA LA LIBRERÍA EUROPA, VÍCTIMA DE INNUMERABLES ATAQUES DE PLATAFORMAS INTOLERANTES QUE LLENAN SUS ARCAS A COSTA DE SUBVENCIONES CON EL BENEPLÁCITO DE ALGÚN QUE OTRO MAGISTRADO.

A LA VISTA ESTÁ QUE LA VARA DE MEDIR NO ES LA MISMA PARA TODOS. ASÍ SE ESCRIBE LA «HISTORIA».

Matices importantes sobre el ChatGPH y el «holocausto»

Le hemos hecho a ChatGPT las misma preguntas. Hay que matizar que tenía no cuatro hornos sino 4 instalaciones que en total (números oficiales) contenían 16 hornos. La conversación es larga como para ponerla aquí pero en conclusión es que es fácil acorralar a la IA y cuando le demuestras que para que le cuadren los números (siempre a su favor, como suponer que funcionaron todos 24 horas al dia durante toda la guerra, lo que la misma IA descarta) a nosotros nos daba que tenían que poner a 16 cuerpos simultáneamente en cada horno, le preguntamos cual era la capacidad máxima de un horno…pero cambia de asunto. Nos dice que muchos cuerpos eran quemados en grandes pilas al exterior pero luego nos reconoce que este tipo de cremación era minoritario porque generaba muchos residuos no quemados y por ello no lo usaban, además gastaba mucho combustible. Le pregunto de donde sacaban dicho combustible y contesta que no usaban combustible sino solo carbón y combustibles fósiles…para los hornos. Es decir: los del exterior se deberían autocombustionar.

¡¡Alucinante.!!

Esto lo van a tener que arreglar. No es extraño que en esta reciente reunión del Club Bilderberg el primer punto del orden del día fuera la IA y ChatGPT.

Carta de Vincent Reynouard a Emmanuel Macron

Vincent Reynouard con su abogado en uno de sus procesos

La mayoría de los revisionistas conocen al «heroico Vincent Reynouard», como le llamaría el Dr. Robert Faurisson.
Tras huir a Inglaterra y luego a Escocia para evitar ser encarcelado en Francia, Vincent fue finalmente localizado en un pequeño pueblo escocés, y Francia reclama su extradición. El juicio tendrá lugar el 8 de junio. Los cargos que se le imputan son sus investigaciones sobre las cámaras de gas, que confirman las del profesor Faurisson, y su estudio de la masacre de Oradour. Aquí está la carta que envió al presidente francés Emmanuel Macron el 24 de abril. Por favor, tómense la molestia de leerla, Vincent se lo merece. Nuestro agradecimiento al traductor.

¡Qué confesión, señor Presidente! No podría haber esperado un reconocimiento más elogioso del valor y la importancia de mi trabajo por parte de sus autoridades. En efecto, comparemos las fuerzas en juego:

  • Por un lado, Francia tiene muchos museos conmemorativos: el Memorial de la Shoah en París, el Museo de la Deportación en Lyon, el Memorial de Caen, el Centro Memorial de Oradour en Oradour-sur-Glane, por no hablar de las decenas de «libros de memoria» repartidos por todo el país, a los que se añaden los programas escolares (la Shoah en primaria, secundaria y bachillerato), Además, hay «viajes educativos» a los campos de Struthof, Oradour o Auschwitz, «facilitadores de la memoria», películas, emisiones, libros y testigos en las escuelas, porque el «deber de memoria» se beneficia de miles de voces -todas ellas en línea con la historia oficial- y de una financiación que alcanza los millones de euros.
  • Frente a esto, un hombre casi solo, que no cuenta con ninguna subvención, sólo con las donaciones de su limitado público (dos o tres mil personas a lo sumo); que, para vivir, da clases particulares; que distribuye su obra en régimen de autoedición y vende sus libros gota a gota, porque ningún editor acepta publicar sus investigaciones; que, ahuyentado de todas las grandes plataformas de difusión, publica sus vídeos en las catacumbas de Internet, a saber, un canal Gab y un blog en los Estados Unidos de América.
    Estos son los elementos en juego, que podrían describirse así: frente a un inmenso coro que canta a pleno pulmón acompañado de una orquesta ensordecedora, un solo hombre con un irrisorio cono de papel a modo de megáfono. Sin embargo, para las autoridades francesas, esto sigue siendo demasiado: ¡hay que hacer callar a este hombre solitario deteniéndolo a toda costa y metiéndolo en la cárcel! Una primera orden de detención no fue suficiente, así que emitieron una segunda tras presentar tres denuncias más. Sí, de verdad, no podía esperar un reconocimiento más elogioso del valor y la importancia de mi trabajo.
    Usted argumentará sin duda, señor Presidente, que la represión contra mí tiene una causa completamente distinta: mis tesis, dirá, ofenden a las víctimas y pueden llevar a ciertos elementos frágiles de la población a perpetrar actos «racistas». Yo le respondería que eso es falso, por dos razones.
  • Nunca he negado la espantosa tragedia vivida por las personas presentes en Oradour-sur-Glane el sábado 10 de junio de 1944. Nunca he negado la tragedia de la deportación precipitada, en plena guerra, de millones de personas, entre ellas mujeres, niños, ancianos, débiles y minusválidos. Aunque las excavaciones realizadas en los últimos veinticinco años en los campos de Treblinka, Sobibor, Belzec y Chelmno no han permitido descubrir cámaras de gas, han contribuido al descubrimiento de numerosas fosas comunes improvisadas. Nunca he puesto en duda la existencia de estas fosas. Contienen los cuerpos de decenas de miles de judíos que murieron en los trenes o a los que se aplicó la eutanasia a su llegada porque estaban heridos, enfermos o demasiado débiles para seguir hacia el este. Muchos relatos corroboran estos hallazgos físicos. En varios vídeos he citado algunos de ellos, sin rebatirlos ni rechazarlos. Además, están las condiciones de vida en los guetos hacinados y a veces mal abastecidos en Polonia o en el Este: se cobraron muchas víctimas que también he mencionado. Por último, están todos los deportados que murieron en los últimos meses de la guerra, cuando la situación dentro de los campos se deterioró (hacinamiento, falta de medicamentos, suministros insuficientes) en una Alemania devastada por los bombardeos. He mostrado en muchas ocasiones las espantosas fotos tomadas en la liberación de Buchenwald, Dachau, Vaihingen o Bergen-Belsen, sin llamarlas nunca montajes. Por lo tanto, nadie puede afirmar honestamente que yo ofendería la memoria de las víctimas negando su muerte o las terribles circunstancias de su muerte.
  • En cuanto a inducir a algunas personas a cometer actos «racistas», mi respuesta será sencilla: en los treinta años que llevo difundiendo mi obra, no ha habido ni una sola agresión en la que yo hubiera resultado ser el inspirador.
  • Sin embargo, vayamos más lejos. Sí, admitamos que mis presentaciones puedan llevar a un puñado de personas frágiles a perpetrar actos de violencia «racista». ¿Hay que privar a toda la población de ciertas verdades históricas sancionando su difusión pública? Desde luego que no.
  • Sin embargo, ya puedo oír su respuesta, Sr. Presidente: «Francia es un país de libertad de investigación y nunca prohibirá la difusión de verdades científicamente establecidas. Pero con los negacionistas no se trata de verdades, sino de mentiras refutadas por testigos fiables y por una cohorte de historiadores acreditados. Es usted muy presuntuoso, señor Reynouard, al pretender tener razón frente a esta gente.
  • En realidad, no soy más presuntuoso que un investigador que está convencido de haber resuelto un caso a pesar de los desmentidos de los acusados y de sus abogados. ¿Y por qué? Porque de Oradour a Auschwitz, adopté los métodos tradicionales utilizados en las investigaciones criminales.
  • Fui al lugar de los hechos para examinar la supuesta escena del crimen;
  • Realicé observaciones físicas para comprender lo que podría haber ocurrido;
  • Verifiqué los relatos recogidos (testimonios y confesiones) comparándolos con los hallazgos materiales y analizando su coherencia intrínseca;
  • Completé mi investigación con el estudio de documentos útiles. En resumen, he establecido la materialidad de los hechos.
  • ¿Me equivoco en mis conclusiones? Debatámoslo en igualdad de condiciones, siendo cada parte libre de expresarse y de poner sus documentos sobre la mesa. Estoy dispuesto a esta confrontación en igualdad de condiciones. Incluso la exijo.
  • Usted objetará que no se debate sobre historia con una persona que no tiene formación de historiador. ¿Debo deducir de ello, señor Presidente, que un no historiador no puede intervenir en una cuestión de historia? Sin embargo, hace treinta años, en 1993, el CNRS publicó un libro titulado: » Los crematorios de Auschwitz. La maquinaria del asesinato en masa «.
  • La prensa lo elogió, afirmando que refutaba definitivamente las tesis revisionistas. Sin embargo, su autor, Jean-Claude Pressac, era farmacéutico de profesión. Más revelador aún: el que hasta su muerte fue considerado el mayor experto en el Holocausto, Raul Hilberg, tampoco era historiador. También podría mencionar a Robert Jan Von Pelt, Jean-Jacques Fouché o Guy Pauchou (por Oradour). Una prueba de que los no historiadores pueden intervenir en cuestiones de historia.
  • Algunos de mis adversarios -Gilles Karmasyn, por ejemplo- pretenden refutarme, pero sin aceptar nunca el debate. Son comparables a boxeadores que, solos en el ring, golpean el aire antes de levantar los brazos y gritar: «¡He ganado! Está fuera». A cualquiera que se sorprenda de que su adversario no esté allí, responden: «¡Vamos! No se boxea con un no boxeador». Afirmar que no se debate sobre historia con un no historiador es una evasiva lamentable.

s cierto que no tengo formación en la materia, pero en Auschwitz y Oradour se acusa a las SS de haber masacrado a inocentes. Se trata, por tanto, de causas penales. El hecho de que los supuestos asesinatos se cometieran en el pasado no cambia la naturaleza de la cuestión, por lo que no cambia los métodos de investigación. Y, como ya he dicho, aplico estos métodos escrupulosamente.
¿Quiere pruebas? Aquí está: en Birkenau, las SS supuestamente instalaron cámaras de gas homicidas en cuatro grandes crematorios. La más mortífera – 400.000 supuestas víctimas – estaba en el Krema II. Las SS supuestamente vertieron Zykon B a través de cuatro agujeros cuadrados en el techo. Los perdigones letales habrían caído a lo largo de cuatro columnas de malla metálica firmemente sujetas al suelo y al techo. Aunque el crematorio fue dinamitado, el techo, parcialmente derrumbado, permanece. Tras inspeccionarlo desde arriba y desde abajo, no vi ni rastro de ningún agujero de introducción ni de la sujeción de una columna de rejilla. Nada.
En 2004, tres investigadores independientes (Keren, McCarthy y Mazal) afirmaron haber localizado tres de los cuatro orificios, pero las autoridades del Museo de Auschwitz nunca se atrevieron a hacer referencia a su estudio. Siete años después, además, el director del Museo prologó una Guía histórica de Auschwitz en la que los dos autores advertían de que era inútil buscar la ubicación exacta de esos agujeros fantasmales. Nada ha cambiado desde entonces.
En caso de debate con un historiador, primero llevaría la discusión a este tema. Propondría que fuéramos juntos al lugar, a buscar los supuestos agujeros y las huellas de las columnas asadas. Aprovecharía nuestra presencia en el lugar para preguntar a mi adversario si podría mostrarme las huellas azules en la pared o en el techo de la «cámara de gas».


En la primavera de 1943 (fecha del comienzo de los gaseamientos masivos en los crematorios según la cronología oficial), la estructura acababa de ser construida. Por lo tanto, la mampostería era alcalina. El ácido cianhídrico supuestamente utilizado por las SS para el gaseado masivo habría penetrado parcialmente en los materiales húmedos (ladrillos, yeso, hormigón). Allí se disoció para formar un pigmento a base de ferrocianuro: Azul de Prusia.

Muy estable, resistente a la luz y a la intemperie, las paredes y el techo de la sala presentada como habiendo servido de cámara de gas deberían contenerlo todavía hoy. Por lo tanto, se deberían poder ver trazas azules más o menos grandes. Sin embargo, el historiador sería incapaz de mostrarme ninguno. ¿Afirmaría que este pigmento no puede formarse en una habitación sin calefacción? Yo le demostraría lo contrario. En los planos originales del crematorio, esta sala está designada como depósito de cadáveres. Todo demuestra que se utilizó para este fin, sin haberse convertido nunca en una cámara de gas homicida.

«Sin agujero no hay Holocausto», repite el profesor Faurisson desde 1994. Tenía razón, porque sin estos agujeros, las 400.000 supuestas víctimas de esta cámara de gas son imaginarias. Todos los testimonios y confesiones no cambiarán nada.

Los antirrevisionistas nos preguntan: «Si los millones de judíos no fueron exterminados, ¿dónde estaban en 1945? Disculpen, pero esto es invertir la carga de la prueba. Corresponde a los antirrevisionistas demostrar que los judíos fueron sistemáticamente exterminados, tres millones de los cuales perecieron en las cámaras de gas.

Según la historia oficial, Auschwitz-Birkenau fue el centro de este exterminio por gas (casi un millón de víctimas). La cámara de gas Krema II fue la más mortífera (40% de los asfixiados). Por ello, es la primera cámara que se examina. ¿Dónde están los agujeros para la introducción del Zyklon B? Historiadores, por favor, muéstrennoslos para que podamos discutirlos. ¿Y dónde están los rastros azules? Es cierto que es necesaria una formación en química para comprender la importancia de su ausencia. Yo soy licenciado en química orgánica, así que estoy más capacitado que un historiador para llegar a esa conclusión.
Lo mismo se aplica a Oradour. Se acusa a las Waffen SS de haber masacrado a varios centenares de mujeres y niños en la iglesia del pueblo. Al parecer, intentaron asfixiarlos antes de ametrallarlos e incendiar el edificio. El incendio generalizado habría convertido el lugar sagrado en un crematorio, y un gran número de cadáveres habrían quedado reducidos a cenizas. En este asunto son necesarias nociones de difusión del calor, radiación y resistencia de los materiales.
Mis estudios me llevaron a estudiar estos temas y utilicé mis conocimientos para evaluar la iglesia. Esta evaluación es el tema de todo un capítulo de mi libro publicado en diciembre de 2022: Oradour, el grito de las víctimas. Llego a la conclusión de que la historia oficial es falsa: las mujeres y los niños murieron en explosiones que sacudieron todo el edificio. ¿Cómo he llegado a esta conclusión? He aquí cómo:

  • El hecho de que se haya conservado el mobiliario de madera (el confesionario de la capilla de la Virgen y el altar de la capilla de San José) refuta la teoría de un incendio general;
  • La fusión parcial de las campanas (algunas partes completamente fundidas, otras intactas hasta el punto de mostrar todavía los dibujos grabados en ellas) demuestra que el acontecimiento destructor fue muy rápido y muy breve, en una palabra, una explosión;
  • La observación de los golpes en la fina esfera de latón situada bajo la cruz del ápice confirma que el fenómeno destructor fue acompañado de una potente explosión.
    El estado de los cuerpos encontrados en la iglesia o cerca de ella también es un factor: no están carbonizados, sino destrozados, con las ropas intactas, como después de un bombardeo.
    Por último, están los relatos de la mujer presentada como la única superviviente de la iglesia, Marguerite Rouffanche. Pocas semanas después de la tragedia, dos veces en noviembre de 1944, una en enero de 1953 (en el juicio de las Waffen SS) y otra en 1969 (para la televisión), testificó. Un estudio comparativo de las diferentes versiones revela contradicciones insalvables y evidentes imposibilidades materiales.
  1. A finales de junio de 1944, Madame Rouffanche declaró que la matanza de la iglesia había comenzado con un «cajón» traído por dos Waffen SS. El artefacto no había explotado, sólo había despedido un espeso humo negro.
  2. Unos meses más tarde, sin embargo, las bóvedas de la nave de la iglesia se derrumbaron, lo que indicaba que el edificio había sido gravemente sacudido. Para explicarlo, fue necesario invocar una explosión: el 16 de noviembre de 1944, la Sra. Rouffanche dio así un giro de 180 grados y afirmó que la «caja» había sido el lugar de una «pequeña detonación»
  3. Sin embargo, esto era insuficiente para explicar la sacudida del edificio fortificado. Dos semanas más tarde, la «única superviviente» volvió a cambiar su versión: afirmó que el artefacto había explotado con fuerza. Este testimonio se convirtió en el relato oficial, publicado en todas partes, mientras que el relato del 16 de noviembre permaneció oculto, en los archivos militares cerrados al público.
    Además de las contradicciones, existen imposibilidades evidentes. En particular, la huida de la Sra. Rouffanche de la iglesia, trepando a una vidriera y saltando después desde cuatro metros de altura sobre una superficie inclinada sin causarse la menor herida, tarea imposible para una mujer de 46 años.
    En la historia de Oradour, todo delata una mentira torpemente improvisada. Basándome en pruebas materiales, documentos y testimonios ignorados, afirmo que bajo el tejado de la iglesia, por encima de las bóvedas, se encontraba un depósito clandestino de municiones.
    ¿En qué circunstancias fue incendiado? Mientras los archivos militares permanezcan cerrados a los investigadores independientes, no se podrá dar una respuesta definitiva. Sin embargo, suponiendo que las Waffen SS la hubieran descubierto y volado para matar a las mujeres y los niños, en 1944 el hecho ya habría sido revelado: Oradour-sur-Glane habría sido presentado como un pueblo heroico en su resistencia al Ocupante, víctima de una venganza abominable por parte de los «nazis». Por eso sigo convencido de que las Waffen SS no tienen ninguna responsabilidad directa en el estallido de la tragedia eclesiástica.

Tras descubrir que el edificio fue utilizado por la Resistencia local (que ocultaba a los pilotos aliados caídos en Francia y acogidos por la red de evasión «Comet Escape Line»), mi tesis es la siguiente.
El 10 de junio de 1944, algunos resistentes se habían refugiado en la iglesia, con sus municiones. Las Waffen SS habían rodeado el pueblo y era imposible escapar. Informados por dos colaboradores que vivían en el pueblo (véase el testimonio de Mathieu Borie, finalmente publicado íntegramente), volaron el depósito de municiones para cubrir su huida por una puerta lateral que daba al exterior del pueblo. No habían previsto que las explosiones se propagarían al campanario, provocando la destrucción de la bóveda debilitada por la presencia del óculo. Los gases recalentados se propagaron por toda la nave, provocando que los escombros mutilaran a los presentes.
En Oradour, como en Auschwitz, mis observaciones materiales son innegables, mis análisis meticulosos y mis argumentos racionales. Lejos de cualquier consideración ideológica, me mantengo en el terreno de los hechos. De ahí esta voluntad y determinación de silenciarme, siendo las demás razones aducidas pretextos ficticios.

¿Conseguirá Francia que me extraditen? Tal vez, pero ya es demasiado tarde: He publicado mi trabajo en Internet y acabo de terminar mi libro sobre Oradour antes de mi detención el 10 de noviembre de 2022. Está a la venta desde el pasado mes de enero.
Hace unos treinta años, cuando era un joven revisionista, me invitaron a casa de los Faurisson. Una mañana, discutía en el despacho; señalé que nuestros adversarios disponían de medios financieros y represivos. El profesor Faurisson se lavaba en el cuarto de baño contiguo. Al oírlo, entreabrió la puerta y, asomando la cabeza, dijo: «Sí, pero dormimos en paz».
Era cierto entonces, sigue siendo cierto ahora: en mi celda de Edimburgo duermo tranquilo, pues habiendo sembrado las semillas de las verdades históricas, he cumplido con mi deber. A partir de ahora, mi destino personal carece de importancia. Francia, a la que usted representa, puede insistir en que se me extradite para encarcelarme. Si se consideran las fuerzas en juego, esta determinación parece un reconocimiento: un reconocimiento de que tengo razón y de que mi trabajo es importante. Sí, de verdad, duermo tranquilo, y cuanto más persistan sus secuaces, más tranquilo dormiré.
Le ruego acepte, señor Presidente, el testimonio de mi más alta consideración.
Vincent Reynouard